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Energías Renovables y Desalación: Soluciones Sostenibles Frente a la Sequía

En un contexto de creciente escasez de agua, la desalación se convierte en una solución crucial para obtener agua potable a partir de fuentes salinas. Sin embargo, uno de los mayores desafíos de esta tecnología es su alto consumo energético. Por suerte, las energías renovables ofrecen una vía para reducir los costes y minimizar el impacto ambiental del proceso.

La desalación, especialmente a través de ósmosis inversa, es el método más eficiente en términos energéticos, pero sigue siendo un proceso intensivo. Para producir un metro cúbico (m³) de agua desalada, se necesitan aproximadamente 3 a 4 kWh de energía eléctrica. Este consumo varía según la tecnología utilizada y la salinidad del agua de origen, pero en promedio, 3,5 kWh/m³ es una cifra comúnmente aceptada en plantas de ósmosis inversa en operación.

El coste de producir 1 m³ de agua desalada oscila entre 0,5 y 1,5 euros, dependiendo de varios factores, como la eficiencia de la planta, la fuente de energía y el mantenimiento. Una gran parte de este coste, alrededor del 40% al 60%, se debe al consumo energético. Si la electricidad proviene de combustibles fósiles, este coste aumenta significativamente debido a la volatilidad de los precios del petróleo y el gas, además del impacto ambiental en términos de emisiones de CO₂.

Si el proceso de desalación se alimentara completamente con energías renovables, el ahorro económico sería considerable a medio y largo plazo. Supongamos que el coste promedio de la electricidad convencional está en torno a 0,10 euros/kWh. Desalar 1 m³ de agua con electricidad tradicional costaría entre 0,35 y 0,40 euros solo en energía.

Por otro lado, el coste de la electricidad generada por fuentes renovables, como la solar o la eólica, ha caído drásticamente en la última década. En algunas regiones de España, el coste de generación solar fotovoltaica ronda los 0,03 a 0,05 euros/kWh, y en proyectos eólicos a gran escala, puede estar en 0,04 a 0,06 euros/kWh. Esto implica que el coste energético de desalar un m³ de agua con energías renovables podría reducirse hasta un 30% o más, situándose entre 0,10 y 0,20 euros/m³ solo en términos de energía.

Además de los beneficios económicos, la integración de energías renovables en la desalación tiene un impacto positivo en la reducción de la huella de carbono. Se estima que una planta desaladora tradicional emite entre 1 y 2 kg de CO₂ por cada m³ de agua desalada, dependiendo de la fuente de energía. Si se reemplazara esta energía con fuentes renovables, las emisiones podrían reducirse prácticamente a cero, lo que contribuye a mitigar los efectos del cambio climático y las sequías, que son en parte causadas por el mismo fenómeno.

Además, se están desarrollando tecnologías que optimizan la conexión entre las plantas desaladoras y los sistemas de generación renovable. Uno de los avances más prometedores es el acoplamiento directo de sistemas fotovoltaicos a plantas de ósmosis inversa, donde la producción de electricidad está alineada con la demanda diurna de agua, cuando el sol brilla con mayor intensidad.

La combinación de energías renovables y desalación no solo es una solución viable frente a la sequía, sino que también representa una oportunidad para reducir costes y minimizar el impacto ambiental. Con la caída de los precios de las renovables y las mejoras tecnológicas, es posible que en un futuro cercano veamos plantas desalinizadoras que operen con costes energéticos casi nulos y con un impacto mínimo en el medio ambiente.

Para que estas ventajas además se conviertan en realidades las administraciones deberán flexibilizar los procedimientos de plantas energéticas vinculadas a la desalación, tanto la autorización administrativa, la evaluación ambiental como la legalización urbanística, la compatibilidad con la ley de costas por la lógica ubicación de las plantas desaladoras, …

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